martes, 14 de octubre de 2008

1 - LA PROVIDENCIA INVISIBLE DE DIOS

La presencia de Dios no es tan misteriosa como su ausencia. Su voz no es tan elocuente como su silencio. ¿Quién de nosotros no ha anhelado una palabra de Dios, buscado un destello de su poder, o ansiado la seguridad de su presencia, sólo para sentir que él parece ausente del momento? Distante. Quizá hasta indiferente. Pero después nos damos cuenta de cuán presente estuvo todo el tiempo.
Aunque Dios puede a veces parecer distante, y aunque es invisible para nosotros, él es siempre invencible. Esta es la principal lección del libro de Ester. Auque su nombre está ausente de las páginas de este libro singular de la historia judía, Dios está presente en cada escena y en la evolución de todos los acontecimientos, hasta que finalmente lleva todo a un clímax maravilloso al demostrar que es el Señor de su pueblo Israel.

COMO ADQUIRIR UNA COMPRENSION MAS PROFUNDA DE DIOS.

Antes de ahondar en la historia de Ester, pienso que debemos adquirir una comprensión más profunda de Dios, para tener una mejor valoración de un libro que nunca menciona su nombre. En este sentido, veamos primero lo que el apóstol Pablo escribió a los Romanos:

Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos! Romanos 11: 33

No puedo evitar creer que la pluma de Pablo se afirmó bien sobre el pergamino al escribir estas palabras, llevando a un clímax este grandioso tratado doctrinal, este credo personal. Observe cuidadosamente lo que dice.

En primer lugar, DIOS TIENE UNA MENTE, la cual Pablo describe como “incomprensibles juicios”. Legar a la profundidad de la mente e Dios es un desafío para la mente humana, porque es “incomprensible”. Un erudito puede pasar años y años estudiado a otro ser humano: su vida, sus escritos, su obra, y al final tener una comprensión profunda de esa persona. Podemos sondear las profundidades de la mente de otra persona, pero jamás arañar siquiera la superficie de los incomprensibles juicios de Dios. “Mis pensamientos son más altos que vuestros pensamientos”, le dijo Dios a Isaías (55: 9).
Los teólogos han pasado toda una vida tratando de descubrir los atributos, las características y la mano de Dios en las Escrituras. Con todo, los que en verdad son verdaderamente honestos y humildes para confesar la verdad, llegarán al final de sus días en la tierra reconociendo que apenas han raspado la superficie. Por ser Dios, sus pensamientos están más allá de nuestra capacidad de comprenderlos plenamente. Su mente, más allá de nuestra capacidad de comprenderla absolutamente.
Pablo repite palabras que salieron primero de los labios de los cuestionadores de Job, y más tarde del profeta Isaías:

¿
Quién entendió la mente del Señor?
¿O quién llegó a ser su consejero?
Romanos 11: 34

¿Cuál es la respuesta?
¡Nadie!
¿Quién ha entendido la mente de Dios?
NADIE
¿Quién ha aconsejado jamás a Dios?
NADIE.
Sus juicios son incomprensibles.

Además de esto, DIOS TIENE UNA VOLUNTAD. Y no le quepa la menor duda de que sus caminos son “inescrutables”. Ningún ser humano puede predecir o sondear las profundidades de la voluntad de Dios. Por mas que lo intentemos no podremos desenmarañar el tapiz de su plan. No totalmente. No mientras estemos viviendo en este mundo.
Pero, maravilla de maravillas, Dios puede ser conocido profundamente por los corazones de los que han sido creados a su imagen.
Si vamos a Dios con la sola razón, nos hallaremos frustrados, alejados y sin poder comprender sus inescrutables caminos. Pero si nos acercamos con un corazón abierto y en fe, descubriremos que nos está esperando con brazos abiertos, listos para aceptarnos, para recibirnos y para llenarnos de su poder.
Cuando pienso en el poder de Dios, pienso por lo general en términos de un “control soberano”. Para mí, estas dos palabras me lo dicen todo. Dios tiene control soberano, no sólo de los acontecimientos del tiempo de Pablo, sino también de los sucesos del día de hoy. En medio de esas mismas circunstancias que a usted lo dejan perplejo, preguntándose qué podrá hacer, o cómo podrá seguir adelante, puede tener la seguridad de que el poder de Dios y su control soberano están ya en actividad. Dios jamás conoce la frustración. El nunca tiene que rascarse la cabeza, preguntándose qué hará ahora con gente como nosotros, o con las naciones de este mundo.
De este mismísimo poder habla con frases claras y hermosas uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento: Daniel. El lo sabía todo en cuanto a la incompresible voluntad y a la mete inescrutable de Dios. El rey durante los primeros años de la vida de Daniel fue Nabucodonosor, un monarca que creía tener el control del mundo. Ese mundo era Babilonia, un vasto imperio que se había apoderado no sólo de otros reinos de naciones poderosas, sino que también había conquistado al pueblo de Dios, los judíos. Gloriándose de su gran poder, de sus logros y de sus conquistas, el orgulloso Nabucodonosor se jactaba arrogantemente de su reino. Mientras caminaba, se puso a cavilar consigo mismo y dijo:

¿No es ésta la gran Babilonia, que o edifiqué como residencia real, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad? Daniel 4: 30

¡Dios tomó entonces cartas en el asunto! Después de decirle al este hombre: “el reino ha sido quitado de ti”, hizo que el rey se volviera loco. Precisamente como el profeta Daniel había predicho, el rey sufrió una forma de demencia hasta el punto de que estuvo viviendo en el campo como un animal. Día tras día, semana tras semana, año tras año, caó sobre él el rocío de la mañana, la lluvia durante el día, y el frío viento lo cubría con sus brazos en las noches. Nabucodonosor estuvo loco hasta que Dios lo obligó a reconcer, tras haberlo humillado, que él no era el dios de su propia vida, que no era el soberano de este mundo. Finalmente, en un momento glorioso el otrora orgulloso rey reconoció esto, como nos dice Daniel:

Pero al cabo de lo días, yo, Nabucoonosor, alcé mis ojos al cielo, y me fue devuelta la razón. Entonces bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que ive para siempre. Daniel 4: 34

¿A quién bendice, alaba y honra Nabucodonosor? ¡Al Dios inmortal, invisible y omnisciente! Al que, a pesar de ser invisible, es invencible, al que, por ser invencible, es soberano.

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada. El hace según su voluntad (su inescrutable voluntad, guiada por su mente incomprensible, eso es poder irresistible) con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: “¿Qué haces”? Daniel 4: 35

¡Qué magnífico resumen del control soberano de Dios! Dios actúa en medio de los ejércitos del cielo. Actúa en la urdimbre y en el tejido, en el entretejido de nuestra vida diaria. El actúa en personas como usted y como yo, en todas las generaciones, de todos los años.
Vivimos nuestras vidas bajo la solícita, amorosa, misericordiosa – aunque soberana – mano de nuestro Dios. Y los movimientos del tiempo y de la historia se miden de acuerdo con su plan, exactamente como el lo ha ordenado.

Nunca dude de la presencia de Dios.
El está aquí con usted y con su peregrinaje personal. Con su mente incomprensible trabajando en concierto con su inescrutable voluntad, haciendo las cosas bajo su control soberano. Yo pienso en la presencia de Dios como “su invisible providencia”.
La providencia. Nosotros le damos vueltas a la palabra. ¿Pero la ha analizado alguna vez? Esta palabra viene del latín providentia. Pro significa “antes” o “con antelación”. Videntia se deriva de videre, “ver”, de la cual tenemos nuestra palabra “video”. Unalas y tendrá “ver con antelación”, que es lo que Dios Todopoderoso hace. El ve anticipadamente los acontecimientos de la ida, algo que nosotros, por supuesto, nunca podemos hacer. Somos excelentes en historia, nuestra visión hacia atrás es casi siempre perfecta. Pero somos pésimos en profecía, es decir, en los detalles del futuro. Deténgase y piense. No tenemos la más mínima idea de lo que sucederá dentro de un minuto, ninguna noción de lo que va a suceder después. Pero nuestro Dios invisible, en su providentia, está continua, constante y confiadamente en actividad.
¿Y sabe una cosa? El no saber nos saca de nuestras casillas, nos manda a extremos de felicidad y de tristeza. Dios nos bendice, y le damos las gracias. Nos prueba, y no queremos morir. Nos lamentamos, nos deprimimos, nos echamos a llorar, decimos que eso no puede ser. Pero en medio de todo esto, Dios nunca cambia. El sabe lo que quiere, y lo persigue con implacable determinación.
El no es voluble, ni caprichoso. El hará lo que quiere y no se verá frustrado. Y si usted, amigo, piensa que él ha encontrado un rival digno el usted, le aguarda una bonita sorpresa. Si es necesario, él lo convertirá a usted en nada para lograr su atención. Hasta podrá hacerlo papilla, si hace falta, como lo hizo con el rey Nabucodonosor. Porque Dios y nadie más que Dios es quien tiene la última palabra.
Ahora bien, usted pudiera estarse preguntando que diantres tiene que ver con Ester toda esta teología que he sacado de Romanos 11 y Daniel 4. Después de todo, Dios no es mencionado ni una sola vez en el libro de Ester. De hecho, es el único libro de los sesenta y seis libros de la Biblia en el que Dios no es mencionado. Tampoco se ofrece en él una oración al nombre de Dios. Nadie dice: “¡Dios está aquí!” Tampoco él escribe en ninguna parte del libro: “Yo soy Dios. Yo soy quien manda. Yo estoy llevando las cosas a buen término. Yo me he hecho cargo de esta mujer llamada Ester”. No. No. Nada de eso sucede. El es absolutamente invisible. Sin embargo, ¡está en actividad!
Me gusta la manera como lo dice Matthew Henry:
Sin embargo, aunque el nombre de Dios no aparece en él (Ester), el dedo de Dios está dirigiendo muchos incidentes muy pequeños para traer salvación a su pueblo.

Dios no se sienta para que le hagan un retrato en la narración de Ester, pero su mente, su voluntad, su poder y su presencia están en actividad en cada página del libro….

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