domingo, 16 de enero de 2011

Matrimonio y martirio - John Piper


Dietrich Bonhoeffer estaba compro- metido para casarse con María von Wedemeyer cuando fue ahorcado al amanecer del 9 abril de 1945, a la edad de treinta y nueve años. Cuando era un joven pastor en Alemania, se opuso al nazismo y finalmente fue arrestado el 5 abril de 1943 por su participación en una conspiración para asesinar a Adolfo Hitler.

De manera que nunca se casó. Pasó por alto la sombra en su camino a la Realidad. Algunos son llamados a una clase de demostración del valor de Cristo; otros tienen un llamado diferente.
Su llamado fue el martirio, no el matrimonio. Estar casado en el momento de la muerte es una providencia dulce y amarga. Dulce porque junto al precipicio de la eternidad el aire es cristalino y uno ve más claramente que nunca las cosas preciosas que realmente importan de su amante imperfecto. Pero estar casado al morir es también amargo porque el sufrimiento se duplica cuando uno observa morir al otro, o incluso se cuadruplica si ambos están muriendo. Y más si hay un hijo de por medio. Un cuerpo, incluso en la muerte Ese fue el caso de John y Betty Stam. Eran misioneros de China Inland Mission. Habiéndose conocido en el Instituto Bíblico Moody, los dos navegaron hacia China por separado: ella viajó en 1931 y él un año después. Los casó Reuben A. Torrey el 25 de octubre de 1933, en Jinan. John tenía veintiséis años y Betty veintisiete. La región ya era peligrosa debido a la guerra civil entre el Partido Nacionalista Chino y el Partido Comunista Chino.

El 11 de septiembre de 1934 nació Helen Priscilla. Tres meses después, sus padres fueron decapitados por los comunistas en una colina en las afueras de Miaosheo, mientras la pequeña Helen permanecía oculta donde su madre la había dejado con diez dólares en su cobija.
Geraldine Taylor, la nuera de Hudson Taylor (el fundador de China Inland Mission), publicó la historia del martirio de los Stam dos años después de su muerte. Cada vez que la leo, lo complejo de la hermosura y el dolor por el matrimonio y el bebé me hacen llorar. Esa pequeña nunca fue tan preciosa como cuando la miraron por última vez en toda su dulzura de bebé, cuando fueron bruscamente conducidos a la mañana siguiente hacia la muerte. . . . Dolorosamente atados con sogas, con las manos en la espalda, despojados de su ropa exterior, mientras John caminaba descalzo porque le había dado sus calcetines a Betty, pasaron por aquella calle donde él era muy conocido.

Los rojos los ridiculizaban a gritos y llamaban a la gente para que presenciara la ejecución.
Al igual que su Maestro, fueron llevados a una colina fuera del pueblo. Allí, junto a un grupo de pinos, los comunistas arengaban a los espectadores involuntarios que parecían demasiado aterrados como para articular una protesta. Pero ¡alguien rompió las filas! El doctor del lugar, que era cristiano, expresó los sentimientos de muchos cuando se arrodilló y suplicó por la vida de sus amigos. Rechazado furiosamente por los rojos, persistió hasta que fue hecho prisionero, y se lo llevaron arrastrando para sufrir la muerte porque les pareció que él también era un seguidor de Cristo. John se dirigió al líder de la banda para pedir misericordia por este hombre. Cuando a John se le ordenó enérgicamente arrodillarse —y, posteriormente, la expresión gozosa de su rostro reflejó una Presencia invisible junto a ellos al liberar su espíritu— Betty tembló, pero sólo por un momento. Aún estando atada, cayó de rodillas junto a él. Se escuchó una orden rápida. El destello de una espada, que gracias a Dios ella no vio, volvió a reunirlos.

NADA SE PIERDE

Sí, se reunieron, pero no como esposo y esposa. Porque Jesús dijo: “Cuando los muertos resuciten, no se casarán ni se entregarán en matrimonio. En este sentido, serán como los ángeles del cielo” (Mr. 12:25). No existe el matrimonio humano después de la muerte. La sombra del cumplimiento del pacto entre el esposo y la esposa cede paso a la realidad del cumplimiento del pacto entre Cristo y su Iglesia glorificada. Nada se pierde. La música que proporciona cada placer será transpuesta a una clave infinitamente más alta. Dietrich Bonhoeffer así como John y Betty Stam están más cerca entre sí en amor de lo que estuvieron John y Betty o de lo que hubiesen estado Dietrich y María en el matrimonio. Ellos “brillarán como el sol en el reino de su Padre” (Mt. 13:43). Su perfección magnificente apunta hacia la gloria de Cristo. Y en el tiempo venidero, sus cuerpos serán restaurados y toda la creación se unirá con los hijos de Dios en gozo eterno (Ro. 8:21).

Así como la corona hace al rey, el matrimonio los hace uno. Un mes después de su encarcelamiento y dos años antes de su muerte, desde la sección militar de la prisión de Tegel, Berlin, Bonhoeffer escribió “Un sermón de bodas desde la celda.” Su texto fue Efesios 1:12: “ . . . que nosotros, . . . —que fuimos los primeros en confiar en Cristo—, diéramos gloria y alabanza a Dios.” Mrs. Howard Taylor, The Triumph of John and Betty Stam (El triunfo de John y Betty Stam) (Philadelphia: China Inland Mission, 1936), 107–108. La niña había sido escondida. Fue encontrada y salvada por cristianos. El matrimonio es más que el amor del uno por el otro. . . .En el amor, usted ve solamente el cielo de su propia felicidad, pero el matrimonio lo coloca en un puesto de responsabilidad para con el mundo y con la humanidad. Su amor es una posesión privada, pero el matrimonio es más que algo personal; es una posición y un cargo.
Tal como la corona, y no solamente la voluntad de reinar, hace al rey, así también es el matrimonio, y no simplemente el amor del uno por el otro, lo que los une a la vista de Dios y del hombre.

La finalidad de este libro es ampliar su visión de lo que es el matrimonio. Como dice Bonhoeffer, es más que el amor del uno por el otro. Es muchísimo más. Su significado es infinitamente
mayor. Lo digo con cuidado. El significado del matrimonio es la representación del amor fiel al pacto entre Cristo y su pueblo. Este amor fiel al pacto alcanzó su punto culminante en la muerte de Cristo por su Iglesia, su novia. Esa muerte fue la expresión suprema de la gracia, que a su vez es la expresión suprema de la gloria de Dios, la cual tiene un valor infinito. Por lo tanto, cuando Pablo dice que nuestro gran destino final es “para alabanza de [la] gloriosa gracia [de Dios]” (Ef. 1:6, NVI), eleva inconmensurablemente al matrimonio porque aquí Dios muestra, excepcionalmente, la cumbre de la gloria de su gracia: “Cristo amó a la Iglesia. Él entregó su vida por ella” (Ef. 5:25).

Una manera extraña de comenzar un libro sobre el matrimonio. Hacer referencia al martirio quizás parezca ser una manera extraña de comenzar un libro sobre el matrimonio. Si viviésemos en un mundo diferente, y tuviésemos una Biblia diferente, yo podría creer que es extraño, pero esto es lo que leo: Dietrich Bonhoeffer, Letters and Papers from Prison (Cartas y apuntes desde el cautiverio), ed. Eberhard Bethge (New York: Macmillan, 1967), 27. Todas las citas a Bonhoeffer en la primera página de cada capítulo de este libro fueron tomadas de Letters and Papers from Prison; Dietrich Bonhoeffer, Life Together (Vivir juntos) (London: SCM Press, 1954); Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship (El costo del discipulado) (New York: Macmillan, 1967).
Los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran. (1Co. 7:29, NVI) “Si quieres ser mi discípulo, debes aborrecer a los demás —a tu padre y madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas— sí, hasta tu propia vida. De lo contrario, no puedes ser mi discípulo.” (Lc. 14:26)
“Les aseguro que todo el que haya dejado casa o esposa o hermanos o padres o hijos por causa del reino de Dios recibirá mucho más en esta vida y tendrá la vida eterna en el mundo que vendrá.” (Lc. 18:29-30).

Considero que esos versículos significan que el matrimonio es un buen regalo de Dios, pero el mundo está caído, el pecado abunda, la obediencia cuesta, el sufrimiento es de esperar y “sus enemigos serán los miembros de su propia casa” (Mt. 10:36). Puede venir un romance intenso, intimidad sexual apasionada e hijos preciosos, pero no se aferre demasiado a ellos, sólo apenas como si no lo estuviera haciendo. Esto es lo que representa Bonhoeffer. Para tener presente su vida y su significación a lo largo de este libro, dejaré que él hable brevemente en la primera página de cada capítulo. El romance, el sexo y la procreación son regalos temporales de Dios. No son parte de la vida venidera y ni siquiera están garantizados en esta vida. Son un camino posible junto a la estrecha senda que lleva al Paraíso. El matrimonio pasa por alturas asombrosas y también a través de pantanos con vapores asfixiantes. Hace muchas cosas más dulces, y con él vienen amargas providencias.

LO LOGRAMOS

El matrimonio es un regalo momentáneo. Sólo he conocido sus maravillas y heridas de manera superficial. Espero que usted llegue más lejos, más profundo y más alto. Al momento de publicar este libro, Noël y yo cumplimos nuestro cuadragésimo aniversario de matrimonio. Ella es mi regalo de Dios, mucho más de lo que merezco. A menudo, hablamos de la maravilla que es estar casados hasta que uno de los dos muera. No nos han faltado problemas. De modo que solemos imaginar que tenemos setenta u ochenta años —cuando el divorcio sea no sólo pecado, sino algo socialmente tonto— y estemos sentados el uno frente al otro, tal vez en el restaurante Old Country Buffet, sonriendo el uno al otro con las caras arrugadas y diciendo con la gratitud más profunda por la gracia de Dios: “Lo logramos.” Para aquellos que recién están comenzando, simplemente me uno a Dietrich Bonhoeffer al decir: “Acéptense mutuamente . . . para gloria de Dios.” Esa es la palabra de Dios para su matrimonio . Agradézcanle por ello; agradézcanle por haberles guiado hasta ahora; pídanle que establezca su matrimonio, que lo confirme, que lo santifique y que lo preserve. De modo que su matrimonio sea “para alabanza de su gloria.” Amén.

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